Por: Viviana Arévalo
Existe una preocupación generalizada por borrar aquello que pertenece a nuestra historia, tenemos claro que el reinventarnos hace parte de nuestro día a día y que el ser humano sólo puede resurgir, a través, de la remembranza de quien alguna vez fue.
La violencia se ha encargado de construir una memoria en particular, que ha invisibilizado otras, acabando con pueblos enteros, con sus tradiciones e identidades. Así los colombianos, se han tenido que enfrentar a las atrocidades de una guerra sin control, sin Dios ni ley. El Estado Colombiano actuó con vehemencia en lugares urbanos que una que otra vez sufrió las duras consecuencias de una disputa interminable por el poder, pero en cambio, parece que lo rural fue borrado del imaginario de país. Es por lo menos lo que nos plantearon estas memorias oficiales que nos impuso la guerra.
“El poder y el tener se tragó el ser”
Pastora Mira García, víctima del conflicto armado.
Entre las zonas rurales y urbanas hay una enorme separación. La ciudad ha olvidado que Colombia somos todos, campesinos, indígenas, comunidades afrodescendientes, entre muchos otros. Esta separación parece haber sido causada por la violencia y el conflicto, pero es la estigmatización y la desigualdad, las que en realidad han hecho mella dentro del corazón y la conciencia de cada colombiano.
El arte, ha permitido a las víctimas enfrentar su pasado, pero la memoria no es solo eso, la memoria construye, da la posibilidad de reinvención. Mirar el ayer, para enfrentar el hoy y construir el mañana, a eso es a lo que día a día las víctimas le apuestan con iniciativas artísticas para mostrar la crudeza del conflicto. Es curioso saber que ninguna guerra es humana, pero que a causa de ella han sido sacrificadas tantas vidas. Cuerpos marcados por su paso, ríos que arrastran el peso de la desaparición y el olvido, y una tierra de nadie en constante disputa. Esta es la Colombia que conocemos y que quisiéramos cambiar.
Hoy, son las víctimas quienes dan una lección de perdón mas no de olvido. Iniciativas como Cuerpos Gramaticales de la Comuna 13 de Medellín, lugar azotado por la presencia de distintos grupos armados e intervenciones militares del Estado, ha prevalecido en la lucha por la memoria y el respeto a quienes ya no están junto a ellos. Por medio de la siembra de sus cuerpos, este movimiento busca resignificar la memoria a través de las acciones performáticas y así contar al mundo aquello que pasó para que nunca más se repita.
Las acciones por la memoria han cobrado sentido para muchas personas en el casco urbano, quienes hoy fueron tocados por la memoria de aquellos que ya no están. Casos como el del grupo Alcoba Teatro de Uniminuto han causado un gran impacto en la comunidad académica en esas luchas contra el olvido, por no callar y no dar un paso atrás. En las tablas, este grupo se reúne para contar aquellas historias que se ocultan en medio de la selva colombiana.
Estas son solo algunas de las manifestaciones artísticas posibles para dar cuenta de la tragedia, pero también la vida y la resistencia de las poblaciones más afectadas por el conflicto en el país.
Que la paz no cueste la vida, que la dignidad no cueste la esperanza y que la lucha continúe lejos del miedo y las amenazas.