Escucha nuestras emisoras: 🔊 AUDIO EN VIVO |

Escucha nuestras emisoras: 🔈 BOGOTÁ 1430 AM | 🔈 CUNDINAMARCA 1580 AM | 🔈 TOLIMA 870 AM | 🔈 SOACHA | 🔈 NEIVA | 🔈 SOLO MÚSICA

[Crónica] Pena Moral

Por: Nikole Duque

Recuerdo algunas cosas, no todas con claridad, últimamente es más difícil cada día recordar; a veces hasta se me olvida qué comí en el día, y lo peor es que muchas veces no he comido nada, porque las monedas que me regalan no son suficientes para comer, y si como no tengo un refugio donde dormir, y si pago el refugio no tengo qué comer. Algunos días sí puedo hacer ambas cosas, más que nada los fines de semana cuando veo a las familias caminando por los parques de Quirigua: veo a un padre, a una madre y a un hijo pequeño caminando juntos, el niño va agarrado de la mano de ambos y aquí es donde me pregunto si a mí querido hijo Juan Carlos le hizo falta un padre, de ese modo no me hubiera dejado tirada en esa plaza de mercado sola y con frío esa tarde de diciembre de 2011. En muchas ocasiones lo justifico por haberme abandonado en la calle, pues él nunca sintió que yo pudiera reemplazar el amor de padre que tanto deseó, quizás por eso me abandonó aquel día. Incluso hoy no logro entenderlo. Siempre traté de darle lo mejor; yo trabajaba muy duro para organizar mi propio salón de belleza, siempre fui muy buena en lo que hacía, por ese motivo tenía mucha clientela, y cada año podía brindarle a mi hijo mejores cosas: podía comprarle zapatos o ropa, y en algunas ocasiones nos íbamos de viaje a muchos lugares de Colombia. Mi felicidad era la suya, cuando lo veía comerse una paleta de agua, no podía de la felicidad, o cuando lo veía en la piscina nadando con sus flotadores de tiburón.

- Patrocinado -


En uno de esos viajes me encontré al papá de Juan Carlos, cuando lo ví lo único que quería era salir corriendo, no quería que Víctor, porque así se llamaba ese señor, viera a mi hijito, aunque siempre quise formar una familia y que Juan tuviera esa figura paterna que tanto quiso. Cuando volteé a mirarlo, Juan Carlos estaba contemplando a su padre; él me miró y me hizo señales de quién era. Yo me arrodillé, le di un beso en la frente y le dije: “El señor que está ahí es tu papá“. Juan Carlos, sonriendo de oreja a oreja salió corriendo y lo abrazó. Víctor hizo lo mismo; traté con toda mi fuerza de disimular el disgusto que me daba, y así pasamos la tarde los tres fingiendo que éramos una familia, porque no quería dañar el momento que Juan Carlos estaba viviendo.

Horas más tarde dejé a Juan Carlos en el cuarto del hotel y tomé la decisión de hablar con Víctor para preguntarle qué quería. Tardamos horas hablando. Me explicó por qué me había abandonado cuando estaba embarazada. Después de escucharlo pensé en Juan Carlos y lo ilusionado que estaba de ver a su padre, por eso y más motivos quise volver con Víctor.

No voy a mentir, todavía amaba a Víctor, pero no podía perdonar lo que nos había hecho. Regresamos a Flandes en el Tolima, y Víctor fue a vivir con nosotros. En ese entonces vivía muy bien, tenía apartamento, carro y mi salón de belleza, uno de los mejores en Flandes. Pasaron 10 años viviendo con él, durante los cuales Víctor no trabajó, ni aportaba para la casa, yo no sé cómo hice para soportarlo tanto tiempo, creo que solo aguanté por Juan Carlos, porque llegaba del colegio a jugar con su papá.

Una noche salí a bailar con unas amigas que hacía mucho no veía. Regresé a la casa a eso de las 2 de la mañana. Víctor estaba esperándome en la puerta, yo lo miré extrañada porque jamás había hecho eso. Cuando entré me recibió con un empujón. yo caí al piso y comenzó a darme patadas en el estómago y a decirme groserías: decía que yo estaba con mi amante y que todas las noches me veía con él. Cuando se cansó de golpearme se durmió, dejándome ensangrentada e inmóvil. Al día siguiente me fui de la casa con Juan Carlos donde mi amiga Nanci que me dio reposo, y que me dijo que lo mejor era demandarlo. Al otro día lo hice, no sabía cómo esto perjudicaría a mi hijo, pero no podía quedarme callada, tenía que hacerlo pagar por lo que me había hecho. Después de meses Juan Carlos me preguntó por qué solo podía ver a su padre una vez cada dos semanas. Traté de explicarle de la mejor manera, pero él nunca entendió, siempre me culpó por el abandono de su padre. Víctor nos abandonó, no volvió a los torneos de voleibol de Juan Carlos, y así fue desapareciendo de nuestras vidas. Juan Carlos nunca me perdonó por separarlo de su padre, nunca entendió lo duro que era para mí vivir con ese hombre.

En 2011 yo vivía con mi hijo y su esposa, era muy feliz, aunque normalmente sufría sus rechazos, porque nunca me invitaban a nada, se iban de viaje y nunca me llevaban; tampoco me dejaban de comer, y aunque yo tenía mi dinero ahorrado, me dejaban sola. Cuando iba a tomar un plato de la cocina para servirme comida, mi nuera Alejandra me lo quitaba y me decía que ella me servía, porque yo era muy anciana y podía romper un plato. En ocasiones sí rompí platos o vasos, pero era porque yo intentaba servirme mucha comida porque ellos no me daban la suficiente, y a mí me daba mucha hambre por las noches, y los platos se me caían por el peso.

Una vez me levanté de madrugada porque el estómago me dolía del hambre que tenía, fui a la cocina y me di cuenta que, habían hecho hamburguesas. Tomé un plato del cajón, puse la hamburguesa en el plato y me dirigí a mi cuarto, en el trayecto me tropecé con un tapete y me caí. Ellos bajaron y me vieron en el piso, para mí era difícil incorporarme, y Juan Carlos me levantó de manera brusca y me dijo que porqué estaba levantada a esa hora; le dije que tenía mucha hambre. Alejandra aseguró que esa hamburguesa era para su almuerzo del día siguiente, me dijo que era una vieja estúpida que solo les daba problemas. Mi hijo intentó llevarme a la cama, y aunque me dolía el cuerpo, me arropó y me dijo que durmiera.

Al día siguiente en la tarde estaba en mi cuarto viendo mi novela Teresa, cuando mi hijo llegó y me dijo que lo habían trasladado a otra ciudad por su trabajo, y que teníamos que irnos mañana mismo. Debíamos salir a las 12:00 de la tarde para coger carretera temprano, porque el viaje era largo. El 2 de diciembre empaqué mis cositas. él me dijo que no se me podía olvidar nada. A las 11 de la noche terminé de empacar y me acosté a dormir.

El 3 de diciembre de 2011 Salí de mi casa por última vez sin saber lo que me esperaba. Me monté al carro y viajamos por mucho tiempo, no tenía idea para dónde, solamente sabía que a donde íbamos hacía mucho frío. Viajamos hasta a una plaza de mercado; Juan Carlos me dio dinero y me comentó que lo guardara para las cosas que necesitara en el nuevo lugar. Me dijo que me bajara a comprar comida para el resto del camino; me insistió que no gastara del dinero que me había dado, así que me dio más. Me abrazó y me besó en la frente. Pensé que quizás este cambio de ciudad lo haría reaccionar y comenzaría a tratarme mejor. En la plaza compré fruta, paquetes de papas fritas, jugos y unas galletas de queso que le encantaban a Juan Carlos. Cuando Salí no vi el carro por ningún lado, solo veía mis maletas allí tiradas. Intenté caminar por las cuadras cercanas a la plaza, pero nunca los encontré. Me senté a esperarlos, pero cuando me di cuenta era de noche y los locales estaban cerrados. Eran las 10:48 de la noche y ellos no aparecían, en ese momento supe que no volverían.

No podía regresar al Tolima pues mi hijo había vendido la casa en la que vivíamos. En adelante comencé a caminar por todo el barrio Quirigua, durmiendo en cartones o debajo de los puentes cuando llovía. A veces las personas me daban comida o cobijas para que la noche no fuera tan fría.

Comencé a vender mis cosas para comer o quedarme en hostales, pero muchas veces me quedaba en la calle porque no reunía el dinero para quedarme en algún lugar. Dentro de mis pertenencias llevaba unas tijeras, y como no podía bañarme seguido, tomé la decisión de cortarme el cabello para sentirme limpia.

Así pasaron los años, ya era 2015 y vivía debajo de un puente donde tenía mi camita y algunas cositas. Trataba de salir a pedir dinero, pero en varias ocasiones me sentía muy cansada, así que me quedaba todo el día durmiendo; los huesos me dolían mucho, ya no retengo líquidos como antes, me orino muchas veces, aunque yo procuro bañarme casi todos los días. Cada vez que llueve recojo agua en un barril con la que me baño seguido, pues nunca me gustó la suciedad.

El 20 de mayo de 2015 pasaba por unos restaurantes en la zona Norte de Bogotá. Vi salir a una familia muy linda: era una mujer de pelo rojo que cargaba un niño que se parecía mucho a mi hijito. Cuando miré al padre me di cuenta que, era Juan Carlos. Se veía diferente, aunque siempre ha sido guapo. No podía de la emoción, así que me acerqué y le dije: “Hijo mío, hace mucho tiempo no te veo. Me miró sorprendido y no sabía qué decir. Volteé a mirar al niño que llevaba en brazos la mujer: “Entonces tú eres mi nieto, te pareces a tu padre de niño”. Juan Carlos me dio unas monedas y me dijo que me fuera, que yo estaba loca, que no sabía quién era. Yo no tenía ni idea de cómo sentirme, porque a pesar de lo que había pasado, siempre tuve la esperanza que regresara por mí, pero Juan Carlos no pensaba lo mismo, solo quería que me fuera de su vida. Con un empujón me dijo: “¡Que se vaya señora!”. Con el corazón en mil pedazos y con lágrimas me di cuenta de que ya no tenía una motivación para estar viva, así que regresé a mi casa que era un puente, y ahora, cada día de mi vida espero ansiosamente la muerte. Creo que a las personas que como yo somos de la calle, lo mejor que nos puede pasar es morir, porque sabemos que después no existe el sufrimiento, y eso es lo que yo estoy haciendo, esperando el día en que muera.

Clara Hernández fue encontrada muerta debajo de un puente el 14 de junio de 2016.

| Nota del editor *

Si usted tiene algo para decir sobre esta publicación, escriba un correo a: radio@uniminuto.edu

Otros contenidos

Contenidos populares