Alejandra Acosta, es estudiante de psicología, amante de la música y humanista comprometida con los procesos sociales. En su postura vital, aboga por las pequeñas cosas que hacen que la vida cobre sentido. En esta línea, tuvo la oportunidad de formar parte de un voluntariadode paz en zonas de conflicto, específicamente en Mesetas (Meta), insertándose en un campamento fariano.
En este contexto se encontró con campesinos sencillos que, en medio de las problemáticas propias de estos territorios, conservan un fuerte sentido de familia, trabajo solidario y disposición para el estudio crítico de lo social y la situación presente. En el marco de esta experiencia, Alejandra identificó los grandes contrastes existentes entre el campo y la ciudad. Por su posición geográfica, el lugar es un poco tosco, el clima muy cambiante y las condiciones materiales son mínimas, como el suministro de servicios básicos, como el baño.
Pese a esto, están muy bien organizados, estructurando cada una de las funciones en formas equitativas y con horarios muy estrictos. Comentó que son muy hábiles en las actividades prácticas, como la construcción de campamentos y de zonas de estar, cosa que resultó muy difícil para los diferentes voluntarios que permanecieron allí durante una semana. Se mantiene un sentido de comunidad muy fuerte, arraigado en la tradición campesina y en los principios de la organización guerrillera.
Justamente, otro de los distintivos es la clara posición política que construyen a partir de la tradición marxista. El ideal del socialismo marca cada una de las practicas al interior del campamento y, claramente, la lucha por la justicia social y la reivindicación de los derechos de los menos favorecidos, en especial, de todo el campesinado colombiano, altamente ignorado y oprimido por las políticas del Estado y el poder económico vigente.
Pero, pese a los grandes contrastes físicos, la carga ideológica de cada bando es lo que más le llamó la atención a nuestra invitada. Las FARC, manejan toda una maquinaria política basada en los principios marxistas, y en la que cada miembro está debidamente formado. Ideología diametralmente opuesta con la del Estado que, desde su ejercicio soberano (uso legítimo de la violencia), los persiguió mediante el Ejército Nacional, basando su acción principalmente en los intereses de la clase dominante. Dos fuerzas antagónicas, con posiciones políticas distintas, pero con acciones militares similares y que los enfrentó por más de 50 años; cada cual, desde su propio discurso excluyente y negador de la diferencia.
Es por ello que, en el marco de un periodo de pos acuerdos, donde a pesar de las marcadas diferencias ideológicas (que pueden esfumarse a la hora de gobernar), se logró disminuir la agresión, y cerrar un ciclo de violencia que afectó durante mucho tiempo a gran parte de la población colombiana, cabe cuestionarse sobre estas posiciones radicales en las que el otro no es más que un enemigo al que eliminar. En una lucha a muerte de campesinos hijos de la misma tierra, del mismo conflicto, de las mismas injusticias sociales, pero etiquetados como civiles, guerrilleros y militares, habrá que preguntarse seriamente quienes son las víctimas y quienes los victimarios.
En condiciones de vida tan extremas, donde el común denominador de los que ponen los muertos sea la desigualdad y la injusticia, no es de extrañar que seamos aun tiempo víctimas y agresores, y que esa línea que divide a buenos y malos, tal vez sea más delgada de los que muchos se atreverían a aceptar. En este sentido, habrá que pensar en un proceso de paz en el que quepan víctimas y victimarios, en el que el otro no sea un enemigo que se debe eliminar, y en el que el argumento se convierta en la principal arma para lidiar con las diferencias. Un proceso con conciencia crítica y capacidad de perdón por parte de todos los colombianos.
Conducen: Alejandro Montaño, Valkyria Bernal (Estudiante de Pedagogía Infantil) y Cristian Bastidas (Estudiante de Comunicación Gráfica).