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Nos recordamos en los corazones.

Por: Sebastián Cárdenas Pardo.

Vivimos en un país en el que la desigualdad social es una constante en la tierra del sagrado corazón. En donde el rico es más rico y al pobre siempre le quitan, así ha sido el modelo que se ha implantado en el país con el pasar de los años. En el momento menos esperado, llego la pandemia, algo que sacó a relucir la cara más vulnerable de los colombianos, que, sin poder salir a trabajar, sin poder abrir sus negocios, día a día el hambre se acercaba tocando a sus puertas. Mientras tanto el gobierno en manos de Iván Duque Márquez, se encargaba de llevar a Colombia con una serie de decisiones, sepultaba la economía colombiana debido al mal manejo que le dio a la pandemia. Y así vivimos durante casi un año.

Dentro de ese tiempo, en el gobierno se iba cocinando una reforma tributaria qué dentro de todo, buscaba beneficiar a los más ricos y poderosos del país, y a la par buscaba imponer impuestos a la clase media, afectando más el bolsillo de miles de colombianos que por ese momento, muchos ya se encontraban en bancarrota por la situación que se ha vivido a raíz de COVID 19. El entonces ministro de hacienda Alberto Carrasquilla, promotor de la “Ley de solidaridad sostenible” defendía a capa y espada esta propuesta justificando que esta reforma era necesaria para poder aumentar la cobertura del programa Ingreso Solidario (El cual fue usado por el gobierno para que la clase medía accediera a una serie de bonos con el cual subsistir en medio de la crisis sanitaría). Y con la que el gobierno buscaba recaudar cerca de 23 billones de pesos colombianos.

Los que el gobierno ignoraba en esos momentos, era el cómo la ciudadanía por medio de las redes sociales, iba haciendo eco de la situación y en la que miles de colombianos iban teniendo acceso a la información de forma mucho más efectiva y rápida. La gente en esos momentos ya no comía cuento como se dice popularmente, estaban mucho más atentos frente a cualquier novedad que surgiera relacionada a la reforma, manifestándose por los canales digitales su malestar y su rechazo a esta reforma tributaria. El gobierno, actuando de forma soberbia e ignorando a los reclamos de los colombianos, decidió continuar con la reforma manteniendo las mismas posturas. Esto generó que los colombianos no se quedarán de brazos cruzados.

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Grupo de manifestantes tomándose las calles de Colombia. Imagen tomada de internet.

Y fue así como el día 28 de abril de 2021 iniciaron las manifestaciones sociales, en las que millones de colombianos a lo largo y ancho del país salieron con banderas, camisetas de la selección de fútbol, instrumentos musicales, carteles y demás accesorios, la gente se tomó las calles. Todo era un despliegue cultural que pocas veces se veía en el país, en el que un objetivo en común, unía a muchas personas y que, por medio de canciones, arengas y gritos, rechazaban la reforma tributaria, el mal manejo del gobierno a la pandemia y demás causas que alimentaban el descontento social en el país.

Jovenes, adultos mayores, niños y niñas, campesinos, indígenas, víctimas del conflicto armado, artistas, comerciantes, padres y madres de familia. Todos en una sola voz salían todos los días, querían ser escuchados, querían ser parte del cambio que desde hace mucho tiempo se ha venido buscando en Colombia, pero que, por diversas razones, se ha detenido y nos ha llevado a las malas elecciones de nuestros gobernantes, a la corrupción y la pésima toma de decisiones que nos han tenido estancados y que no ha permitido avanzar al país.

En los primeros días, las manifestaciones se mantuvieron con un ritmo “calmado”, en el que en pocas ciudades se vieron altercados entre la fuerza pública y los manifestantes. Pero en el que se estaban sembrando las semillas de violencia y el uso desmedida de parte de la Policía. Conforme iban avanzando las jornadas de manifestaciones, el ESMAD (Escuadrón móviles antidisturbios) comenzó a hacer de las suyas, queriendo ahuyentar a las personas que se encontraban en las calles. Petardos sonaban, chorros de agua a presión salían de los carro tanques que enviaban a las calles, el humo de los gases lacrimógenos que se expandían y la gente corriendo y gritando con pánico queriendo huir del caos que los uniformados en muchas ocasiones generaban.

El panorama no era alentador, con el pasar de los días, aumentaban los muertos, aumentaban las desapariciones forzadas, los abusos sexuales y violentos de parte del ESMAD, pero eso no frenaba a la gente para dejar de salir a las calles, fortalecían las ganas y les daban más razones a los colombianos a seguir tomándose las calles, derrumbando estatuas y dándoles el lugar a los pueblos indígenas de dignidad que ellos también han reclamado con los años y que jamás en la historia de Colombia se había visto.

Mayo fue el mes en donde se intensifico de manera exponencial estos escenarios de violencia entre el ESMAD y los manifestantes. En medio de todo ese caos, un estudiante de 37 años, saludando y abrazando a los policías que estaban custodiando uno de los sitios de protesta en la ciudad de Pereira. Su nombre era Lucas Villa, un joven que, por medio de canticos y bailes, salía a protesta, manifestándose de manera pacífica su inconformidad como colombiano, frente a la situación social y económica en la que se encontraba el país.

En medio de las protestas, en la noche del 5 de mayo, fue víctima de 8 disparos propinados por el ESMAD, a raíz de este acontecimiento, los millones de manifestantes se unieron en una sola voz por medio de redes sociales compartiendo vídeos y voces de aliento para que Lucas pudiera salir de esta situación tan compleja, pero su alegría, su sonrisa se apagó y su vida culmino el día 11 de mayo del 2021. Esto desato una ola de mensajes, marchas, manifestaciones y motivaban de nuevo a los colombianos a salir a las calles, a continuar esa lucha por la que Lucas y muchos colombianos que, hasta esa fecha, habían muerto en medio de las protestas, y Lucas trascendió y se convirtió en uno de los símbolos del paro nacional.

Lucas Villa en medio de las protestas. Imagen tomada de internet.

Unos días después, se conoció el caso de la menor Alison Meléndez, una joven de 17 años que se suicidó tras sufrir un abuso sexual por parte del ESMAD en la ciudad de Popayán. Este caso se hizo eco rápidamente por medio de las redes sociales, en el que previamente, relató los hechos por medio de una publicación diciendo: “Les tocó cogerme entre 4, ¿no hijueputas? Yo soy la que cogieron en ningún momento tirando piedras no iba con ellos, me dirigía hacia la casa de un amigo que me dejaría quedar en su casa. Cuando menos pensé estaban encima, ni siquiera corrí porque era peor. Lo único que hice fue esconderme detrás de un muro, y solo porque estaba grabando me cogieron. En medio de eso me bajaron el pantalón y me manosearon hasta el alma. En el video queda claro que yo les digo que me suelten porque me estaban “desnudando”, quitando el pantalón”.

Esto generó que millones de colombianos estallaran las redes sociales en rechazo de este acto, con lo acontecido previamente con Lucas Villa, los abusos denunciados previamente, encendieron aún más la llama e intensifico las protestas a tal punto que había muchísimas personas en las calles, reclamando justicia, manifestándose en paz.

Alison Meléndez siendo retenida por la Policía. Imagen tomada de internet.

Los días pasaban y el gobierno no daba su brazo a torcer, el presidente se mostraba mucho más frio con la situación que se estaba viviendo en las calles, no buscaba una solución pacifica con los promotores del paro y en cambio lo que hacía era intensificar el accionar policial. Esto motivaba a la gente a seguirse tomando las calles, a salir a cantar y llenar los sitios más emblemáticos de cada ciudad, en donde se evidenciaba el sentido de pertenencia que pocas veces se veían, una unión que se iba fortaleciendo con el pasar de los días.

Uno de estos sitios que se convirtió en emblema de resistencia fue Siloé, uno de los barrios populares en Cali que se convirtió en epicentro de confrontaciones entre el ESMAD y los manifestantes, un sitio que sufrió de apagones, de censura por parte de la fuerza pública, de abusos policiales, asesinatos, desapariciones y demás actos atroces por parte de la policía. Pero la gente seguía resistiendo, seguían luchando, manifestándose, cantando y bailando. Ellos luchaban con música, arengas y la policía respondía con gases y balas. Por eso esté barrio se convirtió en un símbolo de resistencia y gracias a las redes sociales, se pudo evidenciar la lucha que cada habitante y manifestante demostraban.

Cada vida arrebatada, cada herido, cada persona que salió a marchar en estas protestas, demostraron qué en Colombia, la gente si se une, puede ser más grande que el mismo gobierno. Mostrando una nueva cara al mundo, quitándose las vendas que, por años, los más poderosos les ponían a los colombianos para que estos no se vieran amenazados en sus intereses. Las vidas que se perdieron en estas manifestaciones se convirtieron en símbolos de esperanza, de resistencia, que fueron plasmadas en el “Monumento a la resistencia” ubicado en Cali, que además tiene como fin el mostrar que la gente despertó y que no se dejaran ver la cara frente a la toma de decisiones que puedan afectar al presente y futuro del país.

Monumento a la resistencia. Cali. Imagen tomada de internet.

En la actualidad, con el panorama más calmado. En el momento que se está realizando esta redacción, se tiene claro que se han denunciado cerca de 90 muertes durante las protestas, más de 3000 casos de violencia policial, más de 30 denuncias de abuso sexual y más de 800 denuncias de desapariciones. Números compartidos por organizaciones de derechos humanos y que asombran, que dan muestra del nivel de violencia que se emplea en Colombia.

Adicionalmente las consecuencias que ha traído estas manifestaciones han sido inmensas, como por ejemplo la renuncia del ministro de hacienda Alberto Carrasquilla, el retiro de la reforma tributaría por parte del gobierno, los inconvenientes deportivos y económicos que se desarrollaron en el país, el desprestigió a la fuerza pública con la destitución de varios uniformados que participaron de forma violenta en las manifestaciones, el desprestigió que sufrió el gobierno en cabeza de Iván Duque frente a como manejaron la situación, las reacciones internacionales que tuvo el paro nacional en diferentes paises, en los cuales diversos medios de comunicación cubrían de manera parcial y transparente, haciendo que las personas perdieran credibilidad en los medios colombianos, que se mostraron más mezquinos e indiferentes frente las situaciones violentas y abusos que se presentaban en medio de las protestas.

Esto nos deja una pregunta muy clara. ¿Aplicaremos lo sucedido en las urnas en las próximas elecciones el próximo año? Es claro que la percepción de la gente cambio y que, de ahora en adelante cada colombiano con acceso a un celular, podrá informarse y pensar detenidamente antes de tomar una decisión que pueda cambiar el rumbo del país en los próximos años.

Mientras tanto, es importante exigir justicia frente los hechos violentos acontecidos, que se impongan castigos a aquellos que, por portar un uniforme, accionaron sus armas, rompieron el juramento que hicieron al momento de aceptar el ser policías, y que con ello le arrebataron la vida a personas que cansadas, decidieron salir a marchar a buscar un mejor país, personas a las que un balazo les arrebato los sueños de continuar y prosperar. Por eso que, a nuestros muertos ni un minuto de silencio, los recordaremos en los corazones.

| Nota del editor *

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