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Ninguna pedagogía que no involucre el amor

Escrito por Giovanny Ramírez - Estudiante de Lic. en Filosofía.

Acentuando la centralidad que tienen los niños no sólo para los integrantes del proyecto Marfil, sino para el mundo de la vida en su totalidad, estuvo por los micrófonos de El Puente Miguel Esteban Beltrán, un niño de pocas pero precisas palabras, con una voz y personalidad encantadora y que aprovechó este espacio para compartir, junto con su madre Liliana, algunos aspectos de su diario vivir; de ese mundo maravilloso que tan bien saben construir los niños a partir de las palabras, el juego y la imaginación.
Con tan solo 8 años, Miguel ya cuenta con muchos reconocimientos académicos, puntuando en los primeros puestos en su colegio La Palestina. Y no solo esto, Miguel es muy hábil en los deportes, siendo el futbol el deporte de su preferencia. Le va muy bien en matemáticas y le fascina el inglés. Toda una promesa para los técnicos de futbol, los maestros de matemáticas, los grupos de investigación y por qué no, para la misma NASA, pues según evidencian sus actitudes y méritos, el límite es el cielo.

Por supuesto, detrás de todo este potencial está su familia, principalmente su madre quien, desde su vocación docente, ha sabido llevar un proceso de formación de gran fecundidad. Sin embargo, a ella realmente no le importa qué profesión elija su hijo y en qué se desempeñe cuando sea mayor de edad; le interesa su calidad humana y que desde lo que haga beneficie a la comunidad a la que pertenezca, que sea un hombre íntegro que sirva con humildad a la sociedad. Su experiencia como profesional, como mujer, pero, sobre todo, como madre le ha permitido explorar nuevas formas de enseñanza que, enmarcada en el amor, ha dado como resultado la formación de una vida que empieza a conocer el mundo con espíritu científico; labor nada fácil, pero altamente satisfactoria.

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Por su rol de pedagoga Liliana ha sabido encontrar su lugar dentro del proceso formativo de su hijo. Para ella la familia es el primer semillero educativo, pues es allí donde se consolidan los valores fundamentales que le permitirán al niño afrontar la vida en la sociedad. En este sentido, la escuela es la mediadora entre la familia y la sociedad, razón por la cual una excelente formación humana debe mantener una estrecha relación entre estas dos instituciones. Tarea que Liliana ha apropiado con la responsabilidad que solo el amor puede asumir tan incondicionalmente. Ciertamente, lo importante para ella no son los reconocimientos, ni que el niño sobresalga por sus capacidades intelectuales, sino sobre todo por su capacidad para relacionarse con los demás, de convivir y ser para ellos una excelente persona.

Es por esto que sostiene que es importante que todo lo que hagamos, lo hagamos con amor, ya sea en el caso de ser padres, en la formación de los hijos, o en la pertenencia a una comunidad, ya que no necesariamente hay que ser licenciados para comprometerse con la labor de enseñar, pues, tal y como lo concibe el gran maestro Paulo Freire, Liliana considera que enseñar exige la corporización de las palabras por el ejemplo. Y en esto el amor es el ejemplo por antonomasia. Es allí, en las pequeñas acciones que brotan del corazón, desde donde se enseña y desde donde se promueven los grandes cambios. Es por esto que ella, como buena formadora, y él como todo niño que se siente amado y acompañado, no comulga con los fatalismos; antes bien, mantienen siempre viva la esperanza de que un mundo mejor siempre es posible.

Conduce Víctor Rojas y Valkyria Bernal (Estudiante de Lic. En Pedagogía Infantil)

| Nota del editor *

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